Jesus Ramos, encargado de los pozo 2,3 y 4
La sequía es una vieja compañera del habitante de Asia. El valle está surcado por las cicatrices de cuatro ríos (Seco, Chico, Grande y Gallo) y ninguno tiene agua. Pero a lo mejor tendría un quinto río. Es subterráneo. Alejandro Zevallos, especialista en agua subterránea, dice que posiblemente bajo el cerro Gallo corre un río de agua dulce que se va a perder en el mar. Hoy el Programa de Hidrología Isotópica del Instituto Peruano de Energía Nuclear, permite saber de manera científica la edad del agua almacenada en el subsuelo, de dónde proviene la cantidad que se dispone.
Como los cinco puquios que permitió a los primeros asianos asentarse en las lomas dejando evidencias de su antigua civilización -que según los cronistas-, los puquios fueron construidos hace miles para sobrevivir a las sequías. Si la ambientalista Elena Bertocci hiciera realidad el proyecto de reforestación de las lomas de Asia, de seguro que los puquios se llenarán de agua como en sus viejos tiempos. Hoy esto se llama siembra y cosecha de agua, como quien siembra maíz y cosecha choclos.
La agricultura en este valle es básicamente riego por inundación. Según el Inventario del 2002 de la Administración Técnica del Distrito de Riego Mala-Omas, en Asia había 110 pozos subterráneos. Solamente los pozos comunales 2, 3 y 4, utiliza 18 horas de agua al día para regar unas 200 hectáreas al mes. Mientras los pozos en la parte baja del valle están arrojando agua salinizada. Enorme desafío, sin duda, es el que se propone Fernando García, presidente de la Comunidad Campesina de Asia de gestionar programas de riego tecnificado, como el sistema más eficaz de ahorro de agua y uso racional.
Como Asia no tiene cordillera –aunque irónicamente en su Escudo se dibuje dos nevados-, los tatarabuelos pensaron canalizar las aguas yauyinas de la quebrada Ñauñacu y echarlas al abra Tres Cruces como cabecera del valle. Después los bisabuelos ampliaron la idea hasta la laguna Huascacocha (origen del río Mala). Los abuelos empezaron la obra en pleno auge del terrorismo abriendo apenas tres kilómetros de camino. Hace unos años, los papás continuaron los trabajos de canalización pero le faltaron cuatro kilómetros para llegar a Ñauñacu. Hoy se insiste en ese viejo proyecto, aprobándose inclusive 2 millones de soles (1,200 de la Municipalidad de Asia y 800 del Gobierno Regional de Lima).
Al acceder al proyecto elaborado en el 2009 por el Gobierno Regional de Lima, se puede saber que el “estudio” no se hizo a la quebrada Ñauñacu sino al río Mala por ser cuenca cercana, basándose en datos meteorológicos de 1965 y la información de la ONERN de 1976. Otro estudio del 2005, menciona que tendría un costo de 20 millones de soles para irrigar 4 mil hectáreas. Lo inexplicable es que ninguno de los estudios se refiera al cambio climático, el derretimiento de glaciares que provoca la disminución de agua dulce en la costa, las sequías alto andinas que encaminan los pastores hasta Asia para socorrerse de forrajes porque la sierra -literalmente- está que quema.
Esta preocupación llevó al presidente de la Asociación de Productores del Valle de Asia, Lorenzo Reyna Napán, involucrar a la municipalidad a realizar el 11 y 12 de marzo el foro de la problemática del agua, a fin de encontrar alternativas, sin degradar el suelo, los ecosistemas, los acuíferos subterráneos y evitar los conflictos sociales como ya ocurre con los clubes de playas de Asia con Los Platanales de Mala, en el que se plantea la sobreexplotación del agua.
El desarrollo sostenible vendrá cuando se responda con franqueza la cantidad de agua que se dispone de la napa freática y hasta qué año se calcula su agotamiento, en este valle a 100 kilómetros al sur de Lima donde impera la sed. De ahí que el porvenir de los asianos dependerá de lo que se haga hoy, porque mañana podría ser demasiado tarde.
Texto y fotos: Iván Reyna Ramos
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